NO TE DEJES SORPRENDER, FÓRMATE PARA NO CAER EN SUS REDES |
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SECTAS.6 | SECTAS.7 | SECTAS.8 | SECTAS.9 | SECTAS.10 | SECTAS.11 |
(Mariano Aboin Pintó-FE CATÓLICA)
ERRORES Y REFUTACIONES
INDICE
4. Táctica
5. Crecimiento
7. Las doctrinas de los Testigos de Jehová
II.-La Trinidad
IV.-La inmortalidad del alma humana
VI.-La Redención
VII.- El Infierno
VIII.-La Iglesia de Cristo
Enseñanzas de los Testigos de Jehová
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Han llamado a la puerta. Alguien, amable, correctamente (a veces con insistencia, tercamente), ofrece libros y revistas. Los títulos y temas de éstos hacen su presentación : "El mundo se acaba", "¿Está Vd. preparado para una próxima venida de Cristo?", "La verdad que lleva a vida eterna", "¿Es la Biblia realmente la palabra de Dios?"
Las publicaciones, atractivas por sus temas y llenas de citas bíblicas, captan la curiosidad del visitado. Si el "publicador" fue bien recibido, la curiosidad podrá ser saciada en visitas sucesivas; pero a pocas que reciba, quizá haya caído ya bajo el dominio de una secta, que pretende orientar el mundo desde su sede en Brooklyn, la Watch Tower Bible and Tract Society. Son los "Testigos de Jehová".
Quisiéramos enjuiciar esta organización en su totalidad, no en sus miembros y menos aún en las intenciones de éstos -ese juicio se reserva sólo a Dios- con toda objetividad y además con toda caridad, sin que por ello rehuyamos las afirmaciones con toda claridad. Que conste, ante todo, que las aserciones y datos que aducimos son fruto de abundantes lecturas, más aún, de una larga y múltiple experiencia directa y personal. Por eso tras maduro examen de actitudes, publicaciones, métodos de captación, presentación de enseñanzas, etc., nos vemos en la precisión de decir que los Testigos de Jehová son en apariencia una organización religiosa. En realidad son una organización colosal, montada "a la americana", que está socavando los cimientos del Cristianismo. Es la conclusión a que por diversos caminos han llegado también otros hombres ponderados y reflexivos.
El arma de los Testigos de Jehová es la Biblia. Ellos han sacado con lógica real o aparente, las últimas consecuencias de los principios protestantes. Cierto que los protestantes ortodoxos anatematizan a los Testigos de Jehová como no cristianos. Y creemos que tienen razón, al menos en muchas ocasiones. Porque no pocas veces hay un falseamiento claro y notorio del texto sagrado; y otras, una presentación sólo parcial o "dirigida" de los pasajes bíblicos, que difícilmente escapan al calificativo de falsificación del verdadero significado. Pero también hemos de afirmar, que en otros casos no es sino la conclusión lógica de los principios protestantes: "La Biblia y sólo la Biblia". Es decir, entendida como yo honradamente la capto y sin aceptar el Magisterio de la Iglesia; a la que Cristo encomendó la transmisión de su Palabra en el sentido pleno y auténtico, como también le encomendó la actualización de su Sacrificio, mediante el cual su presencia se hace física en el mundo bajo las especies sacramentales: Cristo, Cuerpo y Palabra. El Cristo completo. Por eso, principalmente, el protestantismo es quien se encuentra de modo especial desarmado ante la avalancha de los Testigos de Jehová.
Expuesto lo que antecede a grandes rasgos, se justifica la afirmación, que de entrada pudo parecer excesivamente dura: Los Testigos de Jehová son la organización moderna, que valiéndose de la Biblia y mediante la siembra de un confusionismo religioso sin precedentes, deshace las ideas básicas de todo Cristianismo, que se precie de conservar los principios fundamentales, como la Trinidad y la Encarnación.
Nos atrevemos a decir y perdónesenos la sinceridad, que los Testigos de Jehová con sus campañas, financiadas a veces con dinero masónico, como oportunamente demostraremos, embaucan a los sencillos con sus métodos hábiles y su aluvión de publicaciones. Su revista principal, "La Atalaya", lanza al mes, en más de 80 idiomas, más de 9.000.000 ejemplares. Esto no es decir que los millares de Testigos de Jehová, hombres y mujeres, jóvenes e incluso niños que propagan estas doctrinas, conozcan tal propósito descristianizador y se propongan realizarlo. Dicho con caridad, pero con máxima claridad, son los instrumentos inconscientes de una obra demoledora de la Fe.
Volvamos a nuestros visitantes. Si son recibidos en casa una vez, pronto se verá usted invitado a aceptar un "estudio semanal de la Biblia en el hogar" bajo la dirección del "publicador" o de otros miembros de la Sociedad. Más tarde, será acompañado a un Salón del Reino, donde recibirá la más cordial acogida, le harán ver que ha elegido el camino de la salvación, y le halagarán diciendo que, por sus buenas cualidades, está en condiciones de poder predicar muy pronto, a todos, el mensaje de salvación contenido en la Biblia. "Salones del Reino", los hay y numerosos en España.
Después, lenta, hábilmente, irá cambiando esta decoración. Se le hablará más del fin del mundo que de las virtudes cristianas; se le inculcará más la aversión al cristianismo verdadero que el amor a Cristo; se le irá inculcando un rencor profundo a la Iglesia Católica; se le instruirá más en la forma de visitar (negando los dogmas cristianos), que la oración personal que le une con Dios. Realmente el verdadero estudio de la Biblia quedará relegado a un plano muy secundario. Es decir, no será el libro constantemente utilizado para la oración y el trato con Dios.
Sometido a una rígida disciplina, le irán inculcando otras ideas, "nuevas verdades", como ellos dicen: "Cristo es una criatura perfecta, pero no es Dios verdadero." "Todas las religiones son obra de Satanás." La entraña misma del Jehovismo la descubre el famoso autor Camilo Crivelli en las líneas siguientes, que nos retratan el sentir de la Sociedad: "... el mundo está enteramente bajo el dominio de Satanás, quien lo gobierna con la política, con el comercio y con la religión (organized government, organized business, organized religion). Con la política tiene como esclavas a las naciones; con el comercio hace a los hombres esclavos del dinero; con la religión los hace esclavos de mentiras y falsedades." (C. Crivelli. "Pequeño Diccionario de las Sectas Protestantes").
La teocracia de los Testigos de Jehová está por encima de la Patria, cuya bandera será un acto de idolatría el honrar. Porque no sólo le harán ver con naturalidad que la idea de Patria pasa a segundo término, por el hincapié constante en la sumisión a su teocracia, sino que hasta le fanatizarán haciéndole negar toda colaboración con la nación a la que pertenece; y llegarán, en su fanatismo, hasta la negación de una transfusión de sangre a su propia esposa o a sus hijos, aunque en esto les vaya la vida. De tal forma se habrán apoderado de su pensamiento y sentir honrado y espontáneo, que pensará usted hacer un acto heroico de sumisión a una supuesta ley de Dios, sometiéndose hasta sacrificar de esta forma al ser más querido. Y de esto también tenemos casos públicos en España. Le irán quitando sus propias ideas y su individualidad, para estar pronto en camino de ser un muñeco de la secta. (Ejemplo claro de lo dicho es la obra: "Esclavo por 30 años en la Torre del Vigía", por W. J. Schnell. Michigan, U. S. A.). Es obra editada por empresa no católica.
Eran unos 44.000 en 1940. Hoy se habla de números mucho mayores. Según sus datos son más de cuatro millones. Pero no se olvide que se refieren sólo a sus predicadores, aunque en diversas categorías, pues todos los miembros que se consideran dignos han de ir, casa en casa, predicando. Por eso sus ingentes asambleas de New York -de las que hemos contemplado filmes y escuchado a testigos presenciales-, celebradas en los estadios de base-ball "Yankee Stadium", "Polo Grounds" y otros, congregaron a centenares de miles de personas. En su reuniones europea, congregan a numerosos asambleístas de muchos países. Y se ha publicado en una revista española, que a las concentraciones internacionales europeas acuden miles de militantes, siendo las más numerosas las de Barcelona y Madrid.
Sus anuarios aparecen con números extraordinarios de Congregaciones, de infinidad de países. Imprimen millones de ejemplares de libros, folletos y revistas. Sus publicaciones más significativas son "La Atalaya" y "Despertad".
I. Russell
En 1852 nace en Pensilvania Carlos Taze Russell, en el ambiente de una familia perteneciente a la Iglesia Presbiteriana. Sufrió grandes luchas internas de carácter religioso y trató de resolverlas adhiriéndose al Adventismo. Dejó sus negocios, se dedicó al estudio de la Escritura y, abandonando el Adventismo, en el año 1872 reunió a unos cuantos discípulos, que más tarde recibieron el nombre de "Estudiantes de la Biblia". Fruto de sus trabajos fueron los siete tomos de sus "Estudios de las Escrituras".
En esta obra se erige en intérprete único e indispensable del Libro Sagrado. En "La Atalaya" de 15 de septiembre de 1910 dice él mismo: "Quien se dirige a la Biblia solamente, en dos años vuelve a las tinieblas. Al contrario, si lee los "Estudios" con sus citas, aunque no haya leído una sola página de la Biblia, al final de dos años estará en la luz."
Cuando Russell escribe estas palabras, hace ya años que el grupo inicial de estudiantes se ha convertido, bajo su dirección, en un "Movimiento Teocrático". Pero observemos que el tomo séptimo de sus "Estudios" le atrajo la escisión de su obra, apareciendo una nueva secta de los Testigos de Jehová con el nombre de "The Dawn Bible Students Association".
No es posible reflejar en unas breves líneas la curiosa y discutida vida de C. T. Russell. (La venta a alto precio del "trigo milagroso". Los disgustos matrimoniales que llevaron a su esposa a la consecución del divorcio.) Baste, para caracterizarlo, señalar la osadía y el orgullo que encierra la cita antes transcrita y su fracaso como profeta, ya que señaló la venida de Cristo, primero para 1874 y después para 1914; y con ella la inauguración del Reino Milenario. Patente su error, continuó señalando fechas hasta su muerte, acaecida en 1916. Entonces atravesó el russellismo una profunda crisis, de la que vino a sacarlo su sucesor, Rutherford.
II. Rutherford
Nació en Missouri en 1870. Abogado. El "Juez" Rutherford, como le llaman los Testigos. Frente al fracaso de las profecías de Russell, tuvo que inventar una explicación. Propuso que lo sucedido en 1914 fue la venida de Cristo en forma invisible, y que en esa fecha el mundo tocó a su fin "legalmente", dando comienzo el milenio, que terminará en la batalla de Armagedón. Se está formando ahora la verdadera religión -fruto de la organización teocrática-; pronto vendrá la destrucción de todo orden religioso, comercial y político del mundo, pues todo ello es fruto de la organización del diablo.
Pero el afán profético alcanzó también a Rutherford y le llevó a decir que en 1925 vendrían los Patriarcas, como representantes del "nuevo orden" a gobernar el mundo. Esta vez vendrían físicamente, y para recibirles construyó una magnífica casa en San Diego de California, en cuya edificación se invirtieron, ¡entonces! 75.000 dólares.
Pasó 1925, dando otro golpe a las profecías. Pero todo se arregló recogiendo los libros que hablaban de ellas y buscando otros temas para atraer la atención de la gente. Es táctica característica de la "Sociedad", que cuando atraviesa una crisis, bien sea por falta de adeptos, bien por falta de medios económicos, lanza al mundo alguna publicación sensacionalista, con lo que recaudan dinero y reúnen afiliados. Después, si fracasa, se guardan los libros y se hace silencio en torno de esas profecías, pero los fines perseguidos se consiguieron.
Al entrar los Estados Unidos en la primera guerra mundial, los Testigos de Jehová se negaron rotundamente a incorporarse a filas. El Juez Rutherford y sus compañeros fueron condenados a veinte años de cárcel, por dirigir una asociación que mantenía tales consignas. El no estaba en edad militar. En realidad sólo cumplieron unos meses. Liberado de la prisión, tuvo un pedestal de perseguido, que en ciertas masas inconscientes le creó una aureola de santidad.
En 1931 Rutherford decidió cambiar el nombre de "Estudiantes de la Biblia" por el de "Testigos de Jehová".
"Con el nuevo apelativo fue desapareciendo también la memoria del primer fundador y desde entonces los mismos jehovistas apenas se acordaron de Charles Russell, y su obra. Rutherford recorrió el mundo llevando a todos su mensaje. En los Estados Unidos y en Inglaterra los salones y los teatros no bastaban para escuchar de labios de aquel hombre alto y fuerte que con voz pastosa anunciaba a sus oyentes: 'millones de los que ahora viven, nunca morirán'. Al correr de los años, el gobierno del "Juez" adquirió formas de auténtico dictador. La misma elección de oficiales menores, que hasta entonces se hacía por medio del voto, quedó encomendada a su voluntad, ya que, de otro modo, les decía, era imposible conocer exactamente los deseos de Jehová. Y el caso es que sus seguidores se lo creían" (Damboriena. "Los Fundadores del Jehovismo").
Rutherford ocultó tanto los libros como su propia personalidad. Se hizo difícilmente asequible al público, ejerció una autoridad despótica en la secta, publicó innumerables libros y folletos y se rodeó de una atmósfera de misterio y de una aureola de oráculo, que hizo que sus seguidores creyeran, más que en la Biblia, en las interpretaciones de ella dadas por el "Juez". Pero entre tanto éste con sus consejeros tenía mil conflictos ante los tribunales por alterar el orden público, por negarse a saludar la bandera nacional, por obstinarse a no pagar ciertos impuestos ya que todos ellos se consideraban sacerdotes. Finalmente, en 1942, le sucedió el que en el aspecto financiero puede decirse que durante muchos años había sido el alma de la organización.
III. Nathan H. Knorr
El mismo año de la muerte del "Juez" fue elegido uno de sus más próximos colaboradores: Nathan H. Knorr. Prueba de las múltiples complicaciones jurídicas con los estados, que presenta la asociación de los Testigos de Jehová, es que se han visto implicados en serias dificultades de conjunto con más de 60 naciones. El abogado H. C. Covington, principal de la sociedad, se ufanaba de haber defendido de 1942 a 1950 más de 4.200 acciones de los jehovistas ante los Tribunales. Y sólo en los Estados Unidos, de 1935 a 1955, han experimentado los Testigos de Jehová más de 10.000 arrestos. Prueba de que algo íntimo hay en la organización que la enfrenta con toda clase de regímenes políticos. Es la pugna que durante 1970 y 1971 han mantenido en la República Malgache. Actualmente no están consentidos legalmente en varios países. Los enfrentamientos y problemas de la Organización se han mantenido. No tenemos suficientes datos sobre el historial de los sucesores de H. Knorr.
7. Las doctrinas de los Testigos de Jehová
Los fundadores establecieron todo un sistema doctrinal amplísimo. Por su extensión y por los cambios que ha sufrido, como sus profecías, resulta difícil resumirlo breve v claramente. Lo intentaremos.
Cristo: Es una creación espiritual de Jehová, pero no es Dios, igual a El.
La Creación: El hombre fue creado para poblar eternamente la tierra en condiciones paradisíacas; pero pecó por tentación de Satanás, subvirtiendo los planes divinos; y tanto Satanás como el hombre fueron condenados a muerte eterna, es decir, a la destrucción.
La Religión: Se funda en la inmortalidad del alma, y ésta, según ellos, en el "No moriréis" de la serpiente en el Paraíso (Gen 3, 4). Es una mentira de Satanás. El alma es mortal y las religiones son falsas.
La lucha divino-diabólica: Desde la expulsión del Paraíso comienza la Historia de la lucha de Dios y Satanás. De una parte, éste suscita sus adeptos; de otra, Dios, sus fieles testigos y profetas. Hasta que con la caída de Jerusalén (586 a. de C.) llega el caos y comienza el "período de los gentiles", durante el cual reina sin control Satanás hasta 1914, en que viene Cristo. Pero sus cálculos ahora se demuestran fallidos en absoluto en el libro voluminoso y documentado de Pedro de Felipe.
La Redención: Se prometió en el Génesis que a Eva le sucedería una mujer. Para los Testigos esta mujer es una organización, la teocracia israelita (de la cual ellos se consideran sucesores y Testigos de Jehová, según Isaías 43, 10-12). De esta teocracia surgiría Cristo, que quebrantando la cabeza de la serpiente, permitiría la continuación del plan divino sobre la tierra.
En plena época de los gentiles nace el Hijo de Dios. Su obra se limita a ser el anuncio del reino teocrático, y a dar su vida de hombre perfecto por la del pecador Adán. Jesús, engendrado en el bautismo como Hijo espiritual de Dios, resucita de su muerte espiritualmente (no con su cuerpo), como una nueva criatura espiritual. Es semejante a Dios, no verdadero Dios.
La Iglesia: Terminado el período apostólico, dedicado a predicar el reino futuro y teocrático, comienza de nuevo la lucha de Satanás. Una vasta organización, la Iglesia Católica, representa el máximo esfuerzo de éste. Mas, finalmente, llega la hora de Dios y en 1914 termina el tiempo de los gentiles y comienza el milenio y el Reino de Cristo.
La vida futura: La vieja tierra está próxima a desaparecer. Nuevos cielos y nueva tierra serán creados. Aquellos albergarán a 144.000 de Ap 7, 4. De los demás hombres: los fieles a la predicación del Evangelio tendrán vida eterna en la tierra. Los que no han conocido la palabra de Dios, podrán mostrar su fidelidad y salvarse; pues para ello se les dará una oportunidad. Vivirán también, una vez salvados, en la tierra eternamente. Los inicuos serán aniquilados. Satanás, vencido en el Armagedón y encadenado por mil años, será soltado por un corto período para probar a los que estén en la tierra. Después será también aniquilado.
8. Consecuencias de estas doctrinas
Fundándose en ellas, los Testigos niegan:
La
Trinidad. Dios es uno, sin distinción de personas.
La Divinidad de Cristo, que es una criatura de Jehová.
La
Redención, pues Cristo dio su vida de hombre perfecto por el pecado
de Adán, hombre también
perfecto.
La
Resurrección corporal de Cristo.
La condenación eterna y el infierno.
La
inmortalidad del alma: reducen la vida eterna, en la gloria, a un pequeño
grupo.
Minan
el amor a la Patria, negándole cualquier servicio, pues -según
ellos- toda organización política es
de
origen diabólico. Y la Bandera nacional es indigna de honor por ser
una actualización de los
estandartes militares paganos.
Prohiben
las transfusiones de sangre, aun a costa de la vida de los seres más
queridos.
Tenemos desgraciadamente en España casos de muerte por haberse negado
a poner a los suyos
transfusión de sangre.
Toda Religión organizada está inspirada por el Diablo.
La doctrina de los Testigos es, pues, totalmente negativa. Quien se acerque a ella esperando encontrar espíritu evangélico, se encontrará sin espíritu y sin Evangelio; con el materialismo -triste, pero verdad- de una doctrina sin alma y un Evangelio tergiversado y sin Cristo. Si aspira a cierta libertad para sus ideas religiosas, se encontrará encadenado a unos dogmas tan irreductibles como absurdos; y esclavo de una sociedad poderosa que, por toda predicación y oración, le dedicará a enseñar que el cristianismo es falso o a vender libros y a recaudar fondos, para con ellos dominar las conciencias. Se cumplen tristemente las palabras de la segunda carta de San Pedro : "Movidos de codicia y con palabras artificiosas traficarán con vosotros" (2 Pe 2, 3).
Estas palabras -al parecer excesivamente duras- escritas por persona que llegó a conocer muy a fondo la organización de los Testigos de Jehová, quedan confirmadas por el autor antes citado, que militó treinta años como miembro activo de la Torre del Vigía:
''La Religión del Diablo".
"En el tercer capítulo de 'Enemigos' se hace burla de la religión, declarando que es el instrumento de que se vale Satanás para traer deshonor a Dios. La 'organización del diablo' se simboliza por una mujer impura llamada Babilonia, y de ella procede la cristiandad."
"Citan Ap 17, 5 y otros pasajes y 'con palabras fingidas' aplican el todo al cristianismo. Las religiones, según ellos, son malvadas, y 'hasta los mismos asesinos, al ser ejecutados, suelen ampararse en la religión para salvar sus almas, aunque eso de nada les vale'. La religión es del diablo, y el diablo es homicida (Jn 8: 44). Así, pues, declaran los Testigos, 'no puede haber religión cristiana, porque sería contrasentido llamarla así, puesto que es cosa del diablo'. A mayor abundamiento, toda religión es un fraude, y en el libro 'Religión' lanzan epítetos violentísimos contra ella, y contra todos los que abrigan en su corazón algún sentimiento religioso."
"Confieso que a mí me parecía todo muy bien, y estaba de acuerdo en lanzar esos ataques, porque me tenían como hipnotizado y no podía pensar ni discurrir por mí mismo."
("Esclavo por treinta años en la Torre del Vigía" (1958) por W. J. Schnell. Cap. 20: "Mordiéndose la lengua").
9. Prueba documental de una afirmación
El P. Lavaud, O. P. en su libro "Sectes Modernes" -Aubier- París, 1954, en la página 194, copia la carta de un masón, que afirma la ayuda económica de los masones a campañas de los Testigos de Jehová. Estos amenazaron con recurrir a los Tribunales por calumnia. Pero se probó la autenticidad de la carta y optaron por callarse. El P. Lavaud determina en dicho libro las circunstancias y pormenores.
Enseñanza de los Testigos de Jehová
Tenemos a la vista una hojita de propaganda de las doctrinas de los Testigos. Se titula La Trinidad. ¿Misterio divino o mito pagano? Las ideas que en ella se exponen son las mismas que pueden leerse en cualquiera de sus libros más extensos. En síntesis, son éstas:
Es IRRACIONAL la doctrina de la Trinidad. Uno no puede ser igual a tres.
Es IMPOSIBLE que existan tres personas en una sola y que se crea que existen tres dioses en uno solo iguales en potencia, sustancia y eternidad.
Es PAGANA en su origen. Fue recogida por Tertuliano y confirmada en el Concilio de Nicea.
Es ANTIBíBLICA. No hay pasaje en la Biblia que contenga el nombre ni la doctrina.
EL ESPÍRITU SANTO. No es persona. Se debe a una mala traducción. Literalmente es soplo o viento. Puede admitirse como poder, energía o influencia, pero no es persona.
Jamás un católico ha dicho que sean tres dioses en uno solo o tres personas en una sola. Una cosa es unidad de naturaleza y otra trinidad de personas. Naturaleza no significa lo que ha nacido, o ha sido producido, sino esencia, sustancia constitutiva, modo esencial de ser. La naturaleza de Dios es la divinidad, y las Personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es algo así como en el hombre, que hay un alma y tres potencias: memoria, entendimiento y voluntad.
Si en el Evangelio, como veremos, se declara la divinidad de las tres Personas y la unidad de Dios, acusar de pagana y de politeísta esta doctrina, es acusar de ello al Evangelio, en el que los Testigos dicen creer. La doctrina de la Trinidad es ciertamente un misterio divino -como pregunta (aunque con cierta sorna) la hojita aludida- y tiene que tener como única solución, racional y lógica para explicarse, la de ser un solo Dios que subsiste eternamente en tres Personas distintas. No es, pues, ni irracional, ni imposible; y, demostrado que se encuentra en la Biblia, no podrá ser tampoco ni antibíblica, ni pagana.
Tertuliano (ya en el siglo II) y los Padres de Nicea (siglo IV), no hicieron otra cosa que desarrollar una doctrina que se encuentra en la Biblia, aunque en ella no se encuentre el término Trinidad (como tampoco se encuentra el término Encarnación).
La doctrina de la Trinidad en la Biblia
El Padre es Dios
No creemos que sea necesario demostrar la existencia ni la divinidad de la Persona del Padre, puesto que en ella creen los Testigos de Jehová.
El Hijo es Dios. (Lo estudiaremos ampliamente después)
Como tal se había proclamado el mismo Jesús: "¿Decís que blasfemo porque he dicho: soy Hijo de Dios?" (Jn 10, 36).
El Padre lo manifiesta en el bautismo y en la Transfiguración: "Mi Hijo muy amado..." (Mt 3, 17;; 17, 5).
Y así le reconoce Pedro : "Tú eres el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16).
No era hijo solamente por adopción, como lo somos los cristianos, puesto que el Evangelio le declara: "Hijo Unigénito que está en el seno del Padre" (Jn 1, 18), habiendo recibido del Padre la vida en sí mismo (Jn 5, 26), conociendo al Padre como el Padre le conoce a El (Mt 11, 27) y residiendo en El la plenitud de la divinidad (Col 2, 9).
Le compete la misma noción de inmutabilidad que al Padre (Heb 1, 10-12) y se le concede el honor que compete al Padre: abrir el libro de los siete sellos (Ap 5, 9). Y el Padre manda que lo adoren los Angeles "Adórenle todos los ángeles de Dios" (Heb 1, 6).
Sus obras son las del Padre y así lo manifiesta cuando Felipe dice: "Señor, muéstranos al Padre". Y Jesús le responde: "¿No crees que estoy en el Padre y el Padre está en Mí?... El Padre que mora en Mí, El hace las obras" (Jn 14, 8-10).
Resucita a quien quiere, como lo hace el Padre:
"Porque como el Padre resucita a los muertos y los vivifica, así también el Hijo a los que quiere vivifica" (Jn 5, 21).
Quien le ve a El ve al Padre (Jn 12, 45; 14, 9).
"Y los judíos trataban con mayor empeño de matarle, no sólo porque quebrantaba el sábado, sino también porque decía que Dios era Padre suyo, haciéndose a Sí mismo igual a Dios" (Jn 5, 18).
El Espíritu Santo es persona y es Dios
No admiten su existencia los Testigos. Tienen que admitir la Persona del Padre; tienen que admitir la personalidad del Hijo, aunque no la consideren consustancial (es decir, formando una sola y única sustancia, esencia o divinidad) con la del Padre; pero al Espíritu Santo le desconocen totalmente.
¿Qué hay acerca del Espíritu Santo?, se pregunta la hojita a la que venimos haciendo referencia. Admiten, en esa misma publicación, que Esteban y Juan vieron al Padre y al Hijo en visiones celestiales, de acuerdo con estas citas que ellos mismos dan: (Mt 3, 11) (?); (Hch 2, 17 (?), 7, 55); y (Ap 5, 1-6), pero no vieron -según ellos- al Espíritu Santo.
Pero nosotros veamos...
De Él se habla en las Escrituras, entre otros muchos, en los siguientes textos:
Su nombre: Espíritu de Dios, en el Bautismo de Cristo (Mt 3, 16). Espíritu del Padre (Mt 10, 20). Espíritu de Verdad a quien el mundo no puede recibir porque no le ve ni le conoce (Jn 14, 17). "Recibid el Espíritu Santo" (Jn 20, 22).
Su actividad: Distribuye los carismas: "Fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas las palabras que el Espíritu Santo ponía en su boca" (Hch 2, 4).
Ilumina a los Profetas (Mt 22, 43-44). David, inspirado por el Espíritu Santo, dice: "Dijo el Señor a Mi Señor..."
Revela el futuro a los Apóstoles: "Cuando empero venga el Espíritu de Verdad, El os enseñará la verdad total" (Jn 16, 13) y recordará a éstos la palabra de Cristo (Jn 14, 26).
Ruega por nosotros al Padre (Rom 8, 26), haciendo distinción entre el Espíritu que intercede y el que oye que es el Padre (v 27). Hay dos sujetos personales, o sea, dos personas.
Su divinidad: Demostrada en el caso de Ananías y Safira: "¿Por qué mentisteis al Espíritu Santo?... No mentisteis a los hombres, sino a Dios" (Hch 5, 3-4).
San Pedro habla del Espíritu Santo y dice que es Dios. Así lo ha entendido siempre toda persona normal al leer ese pasaje bíblico.
La blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada (Mt 12, 31) y la blasfemia es un pecado contra Dios.
Es distinto del Padre y del Hijo y está en la misma línea que el Padre y que el Hijo: "Id, pues, e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28, 19). Hay tres sujetos, los tres en la misma línea de dignidad y a los tres se consagra el que es bautizado.
Es llamado "otro" Consolador (Jn 14, 16) y por el mismo Juan sabemos que el primer Consolador es el Hijo (1 Jn 2, 1). Luego está a la altura del Hijo.
Las tres personas son Dios
En pasajes colectivos: (Mt 28, 19 y Jn 14, 16-17).
Por separado:
El Hijo: Procede del Padre: "Salí del Padre y vine al mundo, ahora dejo el mundo y voy otra vez al Padre" (Jn 16, 28). Es engendrado por el Padre: "...el Hijo único que está en el seno del Padre..." (Jn 1, 18). "...dio a su Hijo único..." (Jn 3, 16).
Es enviado por el Padre: "...Dios envió al mundo a su Hijo único... y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo, para ser Salvador del mundo" (1 Jn 4, 9 y 14).
El Espíritu Santo: Procede del Padre y es enviado del Hijo y del Padre: "Mas cuando viniere el Consolador, el Espíritu de Verdad, que procede del Padre y yo os enviaré de parte del Padre, El dará testimonio de Mí" (Jn 15, 26). Recibe del Hijo: "Cuando venga el Espíritu de Verdad... El me glorificará porque recibirá de lo mío" (Jn 16, 13-14).
En los pasajes colectivos las tres Personas están puestas en la misma línea de respeto y consideración; luego las Tres son igualmente Dios. Este argumento es irrebatible tanto hoy para toda persona que admita la inspiración divina de la Biblia, como lo fue en la lucha antiarriana del siglo IV, cuando muchos con Arrio, presbítero de Alejandría, negaban la perfecta igualdad en la divinidad o "consubstancialidad" del Padre y del Hijo. Arrio fue condenado por el Concilio Ecuménico de Nicea -provincia de Bitinia en el Asia Menor- el año 325 y en dicho Concilio fue declarado como Dogma de Fe lo que creía la Iglesia de Cristo: que Cristo, el Hijo de Dios, es "consubstancial" con el Padre: no que tiene una naturaleza igual al Padre -como pasa en la tierra entre padre e hijo-, sino que su naturaleza o sustancia es única con el Padre, aunque sean Dos Personas distintas.
Tras la "Definición" en Nicea (325) de la Divinidad de Cristo y unidad de naturaleza con el Padre, surgió la negación de la Divinidad del Espíritu Santo. Esta fue "Definida" en el Primer Concilio de Constantinopla (381) ecuménico y ratificada por el Papa S. Dámaso en el Concilio Romano de 382.
Rutherford en su libro "Jehová" (edición en inglés, página 157) propone una doctrina, en cuanto al ministerio del Espíritu Santo, declarando que en 1918 dejó de ejercer el oficio que ha desempeñado desde Pentecostés.
Antes de la venida del Señor Jesús al templo, las Escrituras designan al espíritu santo como el paracleto, consolador, abogado o ayudador... Desde la venida del Señor al templo, el oficio del espíritu santo como abogado cesó, lo cual no afecta al hecho de que Cristo en el Monte Sión media y aboga. (Tomado de W. M. Nelson -1964, "Los Testigos de Jehová", página 59.)
¿Merece la pena refutar esta doctrina? Creemos que no, pues el propio Rutherford no añade ni un solo dato para respaldarla; pero hemos querido traerla aquí como muestra de cómo tratan los Testigos de Jehová, con la más asombrosa osadía, las cosas más sagradas. En este caso, "decretando" el cese del Espíritu Santo en 1918.
Como apéndice a lo dicho sobre el Hijo, y antes de entrar a tratar, especialmente en el y capítulo III de la Divinidad de Jesucristo, queremos reproducir aquí gráficamente una afirmación insistente de los Testigos de Jehová.
Ellos afirman, ahora, que Jesucristo fue clavado a un "madero de tormento" y lo representan como clavado a un madero vertical, con las manos unidas. El dibujo, en la forma en que ellos dicen que fue clavado, figura en el librito de los Testigos "Escuchando al gran Maestro", publicado en español en 1972, Brooklyn (Nueva York), pág. 165.
Han retirado de la venta y hecho desaparecer, cuanto les ha sido posible, sus libros anteriores en que confesaban y ponderaban la crucifixión del Señor. Así puede verse en el libro "El Arpa de Dios", del Juez Rutherford, impreso en castellano el año 1930 (4.530.000 ejemplares), que dedica un largo capítulo ponderativo a las excelencias de la Cruz Redentora de Cristo.
No vemos otra explicación a este cambio tan original de opinión y con esta insistencia desmesurada en su nueva teoría, que el aborrecimiento a la Cruz de Cristo, en que Él -verdadero Dios y Hombre- nos redimió con su sangre y nos descubrió el amor de su Corazón.
Así se puede ver, a diferencia de lo que ahora dicen, a Cristo crucificado (con las manos en cruz) en la página 114 del "Arpa de Dios" editado en Brooklyn (Nueva York) en 1.930. Los versos del mismo capítulo de que está tomada la reproducción de Jesucristo Crucificado, vienen en la página 142 y dicen así:
"De
Jesús la Cruz se yergue
A través de las edades.
Majestuosa y bella surge
Como prenda de bondades"
Enseñanzas de los Testigos de Jehová
Preguntó un día Jesucristo a los fariseos: "¿Qué os parece a vosotros del Cristo?" (Mt 22, 42).
La pregunta es la piedra de toque más eficaz, aplicable a cualquier secta o escuela de pensamiento. Contestarla rectamente es hacer profesión de fe cristiana. Lo contrario, negar a Cristo.
Si hacemos esta pregunta a los Testigos de Jehová nos contestarán, como puede deducirse de cualquiera de sus libros, folletos o revistas, lo siguiente:
Jesucristo no era Dios. Tuvo principio, como puede desprenderse del Evangelio de San Juan (1, 1), donde además entre Dios «Elohim» y dios «El» (poderoso) existe una diferencia.
Tenía un espíritu semejante al de Jehová pero le estaba sujeto: «Existiendo en la forma de Dios nunca reputó codiciable tesoro mantenerse igual a Dios» (Flp 2, 6). El mismo lo ha declarado: «El Padre es mayor que yo» Un 14, 28).
Fue la primera criatura espiritual: «El primogénito de toda criatura» (Col. 1, 15).
No tiene la inmortalidad, sino después de su Creación, por la dependencia de la infinita obediencia a Dios: «Porque como el Padre tiene la vida en sí mismo, así le ha dado al Hijo tener la vida en sí mismo» Jn 5, 26).
Era, en cuanto hombre, un poco inferior a los ángeles (Heb 2,9). Murió, y como redentor no debía superar al primer hombre perfecto (Adán).
Si Dios se hubiera hecho inferior a los Angeles hubiera sido contrario a su supremacía. Si Jesús fuera Dios, en su muerte hubiera muerto Dios.
Fue exaltado sobre su posición prehumana. No hubiera sido así de haber sido Dios: «Mediante la resurrección de Jesucristo... que está a la diestra de Dios después que se fue al cielo...» (1 Pe 3, 21-22).
(El decir que, cuando se refiere al Padre, Theós en los manuscritos antiguos va con mayúscula y cuando se refiere al Verbo o Hijo va con minúscula, ya no suelen decirlo los Testigos de J. ante personas algo cultas, porque ello supone una ignorancia completa, ya que en todos los manuscritos antiguos iban todas las letras o con mayúsculas -códices unciales o mayúsculos- o con minúsculas -códices minúsculos-.)
El Evangelio de San Juan tiene innumerables textos que demuestran la igualdad de Jesús con el Padre: "Verle a El es ver al Padre; todo lo que tiene el Padre es del Hijo", etc. (5, 18; 10, 15; 16, 14). Así pues, con arreglo a estos criterios de San Juan, es como hay que interpretar el texto 1, 1, de su Evangelio: "El Verbo era Dios". Y es que hay un solo Dios (1 Cor 8, 4).
Muy aficionados los Testigos a interpretar textos sin tener en cuenta los contextos, caen en error con el sentido de (Flp 2, 6). Teniendo esto en cuenta, y, puesto que San Pablo habla de "forma de Dios"' y de "forma de esclavo", si esta última es la naturaleza humana, la primera es la divina. Forma es, por lo tanto, naturaleza, condición; luego el texto de (Flp 2, 6), lejos de negar la divinidad de Cristo, lo que hace es probarla. Y en rigor científico el texto aludido es una prueba rotunda de la divinidad de Nuestro Señor. Los Padres y Doctores de la Iglesia del siglo IV que sabían griego, pues era su lengua en la que escribió San Pablo, esgrimían este texto como absoluto y definitivo para probar la divinidad perfecta de Cristo. No es argumento nuestro.
Está clarísimo que al decir : El Padre es mayor que yo, Cristo se refiere a su naturaleza humana. Si no, no se explicarían estas otras palabras del mismo Cristo según San Juan: "el Padre y yo somos una misma cosa" (10, 30); y las otras palabras, que hemos citado anteriormente (5, 18; 16, 14). Lo que no se puede hacer, señores dirigentes de los Testigos de Jehová, es tomar un texto de la Biblia aislado. Hay que armonizar todos los textos de la Biblia. Y la única manera (le armonizarlos todos, es la empleada por la Iglesia Católica, depositaria de las enseñanzas de Cristo, el Señor (Mt 28, 20).
Así, pues, demostrado que Cristo no ha tenido principio en el tiempo, sino origen del Padre, no se puede decir que repugne su naturaleza divina, porque el origen no excluye ni la eternidad ni la divinidad. La paternidad incluye que sea comunicada la vida al Hijo, y como el Padre es inmutable y eterno, vida eterna e inmutable comunica al Hijo, que existe desde que existe el Padre. El esplendor de la divinidad del Hijo (Heb 1, 3) existe desde que existe la divinidad de Dios y esta gloria es eterna e inmutable, como tienen que reconocer los mismos Testigos.
Cristo no es la "primera criatura" espiritual. El "primogénito de toda la Creación", como dice San Pablo (Col 1, 15), tiene el mismo sentido que le da tres versículos más abajo (v 18): supremacía, lo cual nada quita a su eternidad. Y modelo de todo lo creado: Modelo por ser el Verbo o Expresión del Padre. La supremacía viene explicada por ser El la Palabra creadora de todas las cosas (Jn 1, 3; Col 1, 16-17). Por no haber tenido principio por creación, sino por generación, es por lo que es llamado "Hijo propio" (Rom 8, 32), y se dice de El "que está en el seno del Padre" (Jn 1, 18); que nadie conoce al Padre sino El y al Hijo sino el Padre (Mt 11, 27) y que es una sola cosa con el Padre (Jn 10, 30).
Los Testigos aplican a la palabra Hijo un criterio de adopción, basándose en el texto de San Juan (5, 26): «así como el Padre tiene la vida en sí mismo, así le ha dado al Hijo tener la vida en sí mismo», pero estas palabras no se refieren a la vida humana de Cristo, sino al acto eterno de su generación en el seno del Padre. Jesús no dice en ese versículo que alcanzó la inmortalidad después de su creación (que no tuvo), sino que tiene y siempre ha tenido la vida subsistente o vida en sí mismo. Tener vida en sí mismo, no recibirla de otra naturaleza, es sólo propio de Dios, recibirla inmanentemente, por la generación -intelectual, la única posible en el espíritu- es propio del Hijo. Por lo primero -por tener vida subsistente en sí- se distingue de las criaturas; por lo segundo -por haberla recibido por generación- se distingue del Padre. Así, pues, el argumento que ellos emplean para demostrar que Cristo no es Dios, por no ser inmortal sino después de su creación, se vuelve contra ellos, y demuestra la divinidad de Cristo por ser un atributo divino el tener vida en sí mismo. El tener vida en sí mismo nos demuestra que es Dios; el decir que la recibe del Padre, es declararnos cómo es la vida en el interior de Dios: que El es Hijo; pero coeterno y coomnipotente e igual en todo al Padre, como nos consta por un Símbolo o Credo del siglo V -en los coletazos del arrianismo-. Se le llama el Símbolo Atanasiano con el nombre del famoso Arzobispo de Alejandría, el héroe que defendió, con peligro de su vida y aun a costa de cinco destierros, la Divinidad de Cristo igual al Padre. Sentencia que sancionó con autoridad definitiva el Concilio Ecuménico de Nicea el año 325.
No creemos que ofrezca duda alguna que Cristo, en su naturaleza humana, tenía una naturaleza inferior a la angélica, y no es contrario a su supremacía. No fue una necesidad ni una obligación lo que impulsó a Cristo a hacerse hombre e inferior a los ángeles. Dios no creó el mundo para los ángeles, sino para los hombres, y, en su infinita bondad, quiso redimirlos por «un Hombre».
Es falso el criterio de los Testigos de que Cristo sólo debía redimir como Adán: un hombre perfecto por otro hombre perfecto, una vida por otra vida. Aparte de que esto sería la ley del Talión, que fue precisamente abolida por Cristo (Mt 5, 38-42). Leemos en los Hechos "Mirad por vosotros mismos y por toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os puso como obispos para pastorear la Iglesia de Dios, que El redimió con su propia sangre" (20, 28). Este texto prueba (aparte de la divinidad de Jesucristo -"la Iglesia de Dios que El hizo suya con su propia sangre" (sangre de Dios)-, la instauración de la Iglesia y la existencia del Espíritu Santo como Dios) que la redención es para todos los hombres.
Jesús fue elevado a la misma gloria que tenía antes, como lo demuestran estas palabras: "Y ahora glorifícame Tú, Padre, cerca de Ti mismo con la gloria que tuve yo en ti antes que el mundo existiese" (Jn 17, 5).
Un testimonio claro de la divinidad de Cristo nos lo da el pasaje 20,28 del Evangelio de San Juan, cuando Tomás, ya realmente convencido de la Resurrección del Señor, exclama ante El: «¡Señor mío y Dios mío!». El siguiente versículo no sólo no demuestra que Cristo-pretendiera convencerle del error sobre su divinidad, sino todo lo contrario. «Dícele Jesús: Has creído porque me has visto. Dichosos los que, aun no viendo, creen» (Jn 20, 29). Frente a este hecho tenemos que decidirnos por una de estas soluciones o Cristo quiso engañar a Tomás o Tomás blasfemaba o Cristo es verdadero Dios.
Sólo insinuamos un par de argumentos más: 1.º «... sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna» (1 Jn 5, 20). Este versículo lo explica así un insigne escriturista moderno: «Todo el v. 20 forma una unidad cerrada, un pequeño compendio de cristología joánica. La comunión con Dios ha llegado a ser para nosotros una realidad permanente por y en Jesucristo. Aquí tenemos la testificación más clara y más enérgica de la divinidad de Jesucristo. No solamente es Hijo de Dios, sino el Dios verdadero y Vida eterna.» (Rodríguez Molero. «La Sagrada Escritura», núm. 214, pág. 521. BAC. 1962.)
2.° La repetición hasta siete veces -número perfecto según los hebreos- del Nombre sagrado de Yavé, «Yo soy» (Ex 3, 14), que Jesús mismo se aplica en el Evangelio de San Juan. Véase, por ejemplo, (Jn 8, 24. 28. 58; 13,19). (Algunos traductores no han caído en la cuenta de esta intención de San Juan y ponen una frase equivalente «soy yo», «existo yo». La Biblia de Jerusalén -entre otras- ha captado el matiz que notamos y que encaja perfectamente con el espíritu del Evangelio de San Juan; y que es de una fuerza probativa absoluta de la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Porque a poco que se entienda del Nuevo Testamento, es sabido que el Evangelio de San Juan tiene como fin primordial señalar a una con la Humanidad verdadera de Cristo, su Divinidad, en la que Cristo es igual al Padre. Se ve ya con toda evidencia en el Prólogo a su Evangelio.)
Enseñanzas de los Testigos de Jehová.
Gustan los Testigos de discutir con argumentos tomados de la etimología de las palabras. Por existir en la Biblia diferentes términos para expresar el concepto del alma, lo emplean como uno de los motivos para fundar en ello su doctrina sobre la mortalidad de la misma.
En la exposición de su doctrina los conceptos más frecuentes son, en resumen, éstos:
Alma, en hebreo «nephesh», es igual que criatura viviente. Designa también este término a los animales, y es mortal. La palabra griega «psyché» se emplea en sentido análogo.
La Biblia declara que sólo Dios es inmortal (1 Tim 1, 17; 6, 16). Dios puede no sólo destruir el cuerpo sino la vida ultraterrena.
La doctrina de la inmortalidad del alma es de origen demoníaco, puesto que le fue dicho a Eva por la serpiente: «No moriréis» (Gen 3, 4).
La semejanza de Adán con Dios (Gen 1, 26) consiste en el dominio de las criaturas inferiores. El alma humana sólo se distingue de aquéllas por la inteligencia.
Ante todo, consideramos un error reducir todos los argumentos a cuestión de palabras. Estas no pueden interpretarse sólo por la etimología, sino que deben serlo por el sentido que, en el momento de emplearse, tuvieron. Las palabras, con el tiempo, con el uso, pierden o cambian, reducen o amplían su sentido original, como vemos incluso a diario. Por eso, para interpretar palabras bíblicas habrá que tener en cuenta el momento y ambiente histórico en que se pronunciaron.
Y el error aumenta al extender al Nuevo Testamento el significado que las palabras tienen en el Antiguo Testamento. El Antiguo Testamento no define todos los aspectos y matices de la revelación. La Revelación Divina fue progresando (como sabe cualquier lector, instruido, de la Biblia), hasta llegar a su plenitud en el Nuevo Testamento.
Procuraremos exponer brevemente algunos de los diferentes sentidos de las palabras NEPHESH (Alma), RUACH (Espíritu), que son palabras hebreas; PSYCHE (Alma), PNEUMA (Espíritu), que son palabras griegas.
En hebreo
NEPHESH = Alma. Es palabra que tiene un sentido amplísimo. Puede aplicarse a todo "viviente": como animal, hombre y hasta Dios. 1.- Animal: "Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todos los 'seres' (almas = nephesh) vivientes" (Gen 1, 21). 2.- Hombre: "El número de los descendientes de Jacob era de 70 'personas' (almas = nephesh)" (Ex 1, 5). 3.- Dios: "He aquí mi siervo a quien Yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi 'alma' (= nephesh)" (Is 42, 1).
RUACH = Espíritu. Tiene un significado menos general, pero también muy variado: 1.- Se aplica a lo que tiene una consistencia muy tenue como el "viento" "...y se estremeció el corazón del rey y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del bosque movidos por el "viento' (ruach)" (Is 7, 2). 2.- Significa también "espíritu" de forma vaga e imprecisa como contrapuesta a "carne" o "cuerpo": "En cuanto a Egipto, es humano, no divino, y sus caballos carne, y no 'espíritu' (ruach)" (Is 31, 3). 3.- Y también en ocasiones significa "alma espiritual" : "...vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el 'espíritu' (ruach) vuelva a Dios que es quien lo dio" (Ecle 12, 7).
En griego.
PSYCHE.- Tiene un sentido amplio. Toda la gama de significados: desde vida material, hasta alma espiritual. 1. Vida en general: "Levántate, toma contigo al Niño y a su Madre, y marcha a tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la 'vida' (psyché) del Niño" (Mt 2, 20); "Por eso os digo: No andeis preocupados por vuestra 'vida' (psyché), qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis..." (Mt 6, 25); "Y les pregunta: '¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una 'vida' (psyché) en vez de destruirla?' (Mc 3, 4). 2. Parte vital del hombre en oposición a cuerpo: "Porque quien quiera salvar su 'vida' (psyché), la perderá; pero quien pierda su 'vida' (psyché) por Mi, ese la salvará" (Lc 9, 24); "El que ama su 'vida' (psyché), la pierde..." (Jn 12, 25). 3. Persona humana: "Los que acogieron su palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas tres mil 'almas' (psyché) (Hch 2, 41); "...en los días en que Noé construía el Arca en la que unos pocos, es decir, ocho 'personas' (psyché) fueron salvados a través del agua..." (1 Pe 3, 20). 4. Alma humana, espiritual: "El le dijo: 'Amarás al Señor tú Dios con todo tu corazón, con toda tu 'alma' (psyché) y con toda tu mente" (Mt 22, 37).
PNEUMA. - Tiene un sentido mucho más restringido. 1. Lo que nosotros llamamos alma o espíritu: "... Jesús se turbó en su 'espíritu' (pneuma)" (Jn 13, 21). "Jesús... dándose cuenta en su 'espíritu' (pneuma)" (Mc 2, 8). "Padre, en tus manos encomiendo mi "espíritu' (pneuma)" (Lc 23, 46). 2. El otro elemento del hombre contrapuesto al cuerpo: "...el 'espíritu' (pneuma) está pronto, pero la carne es débil" (Mt 26, 41). Cuando no está con el cuerpo, éste está muerto: "Porque como el cuerpo sin 'espíritu' (pneuma), está muerto..." (Sant 2, 26). "Y después de tres días y medio un 'espíritu' (pneuma) de vida... entró en ellos" (Ap 11, 11). "... el 'espíritu' (pneuma) no tiene carne ni huesos' (Lc 24, 39).
En resumen: En Hebreo, Nephesh, para indicar cualquier clase de vida: Dios, el hombre y los animales. Ruach, con frecuencia tiene un sentido más espiritual, aunque también se atribuya a hombres y animales. En Griego, como lengua más moderna y matizada, afinan en general más los conceptos : Psyché tiene un sentido general de la parte inmaterial del hombre y Pneuma subraya, de ordinario, más claramente el elemento estrictamente espiritual.
El declarar la Biblia que sólo Dios es inmortal, por boca de San Pablo, en su primera carta a Timoteo (6, 16), no va contra la inmortalidad del alma. Lo que pretende decir San Pablo, y entenderá cualquiera, es que Dios es el único ser inmortal, en cuanto que como ser eterno, no tiene principio ni fin: es increado en el pasado e inmortal en el futuro. No así nosotros, a quienes nos ha sido concedida la vida -ya que en cierto momento empezamos a existir- y somos mortales en cuanto al cuerpo. Y ciertamente, la Biblia declara, en innumerables pasajes, más o menos claramente, que el hombre supervive después de la muerte. Esto puede comprobarse en muchos libros, desde el Génesis (15, 1.5), en que se dice que Abraham se reunirá con sus padres en su muerte, hasta Filipenses (1, 22-23), en que San Pablo duda entre vivir, para ser útil a sus hermanos, o morir para estar con Cristo. Y, naturalmente, para siempre (1 Tes 4, 17).
Sobre la destrucción del alma por Dios, los Testigos emplean como argumento los versículos de Mt 10, 28: "temed al que puede destruir (así erróneamente traducen ellos), arruinar (traduce Bover-Cantera), perder (traduce Nacar-Colunga) alma y cuerpo en la gehenna". Es evidente, que la única traducción recta es aquí condenar, arruinar, perder, igual que se emplea en el caso de Mt 10, 6: "las ovejas perdidas de la casa de Israel". De ninguna manera puede traducirse "destruir"; pues no iba a mandar a sus discípulos a predicar a las ovejas "destruidas" de la casa de Israel. Y la razón salta a la vista: El mismo autor, San Mateo, emplea el mismo verbo y dentro del mismo capítulo. En Mateo 10, 28, el verbo "apól-limi" = "perder" (perder cuerpo y alma en la gehenna o infierno), y en Mateo 10, 6, el mismo verbo apól-limi, aunque en participio = "perdidos" ("las ovejas perdidas de la casa de Israel").
La serpiente sólo intentó engañar a Eva sobre la falsedad de la muerte corporal, no la inmortalidad del alma (Gen 3, 4); por lo tanto, querer atribuirle una cosa que no dijo es antibíblico y sobre todo ilógico y falso.
La semejanza del hombre con Dios no consiste en el dominio de las criaturas inferiores. La Biblia no afirma que los animales tengan una inteligencia inferior a la del hombre, sino que les niega toda inteligencia. En cambio, concede al hombre algunos de los atributos que se refieren a Dios (inteligencia, justicia, amor, etc.), consecuencia de la semejanza del hombre con Dios.
El dominio sobre los animales que Dios concede al hombre en la Biblia (Gen 1, 26) simboliza la superioridad del hombre sobre todos los otros seres, por tener sólo él verdadera inteligencia que brota del alma espiritual que, por el hecho de ser espiritual, es inmortal.
En resumen, que la doctrina de la mortalidad del alma, defendida por los Testigos de Jehová, no puede encontrar una base escriturística en que fundarse. Y tampoco es que busquen una base filosófica para negar la existencia de los espíritus; puesto que admiten existencias espirituales sin él: Dios, Cristo en cuanto ser espiritual antes de su Encarnación, los ángeles, etc. Ni puede tampoco basarse un problema, tan serio y tan profundo, en simples análisis sobre etimologías de las palabras, cuando sabemos que el sentido de éstas cambia en todos los idiomas con el transcurso del tiempo. Cualquiera, pues, de los argumentos que emplean, resulta absurdo para probar lo que pretenden: que el alma humana, sea material y, consiguientemente, mortal.
Enseñanzas de los Testigos de Jehová.
Aunque la doctrina que, sobre el Reino de Dios, sostienen los Testigos de Jehová es de origen adventista y parecida, por consiguiente, a la que defienden muchas sectas, que esperan un próximo, casi inmediato, fin del mundo y advenimiento del Señor, tienen, sin embargo, características especiales
La
tierra está próxima a desaparecer y serán creados
nuevos cielos y nueva tierra.
Cristo ha venido ya a la tierra, de una manera invisible, en 1914.
Hay
un «Reino de Cristo» y un «Reino de Dios». El primero durará mil
años (el milenio) aquí en la tierra. Y el segundo estará
compuesto de una parte celeste (los 144.000 de Ap. 7, 4), y otra terrena
(todos los que alcancen vida eterna sobre la tierra).
Esta doctrina, sobre ser un tanto oscura, ha sufrido variaciones desde Russell, pasando por Rutherford, hasta nuestros días, lo mismo que las sufrieron sus profecías. Ante doctrinas tan cambiantes es difícil poderlas precisar bien, pero creemos que, tal como hemos pretendido resumirlas, es como ellos la enseñan en la actualidad.
Una cosa es afirmar que pudiera llegar pronto el fin del mundo fundados en la inmensa corrupción actual y en las armas terriblemente destructoras de la era atómica, y otra afirmar el fin a plazo fijo, pues Nuestro Señor, según San Mateo, afirmó lo contrario (Mt 24, 36).
La segunda venida de Cristo, de una manera invisible, es antibíblica. No consta en ningún lugar de la Escritura, y sí, en cambio, lo contrario.
Vendrá de la misma manera que subió al cielo el día de su gloriosa Ascensión (en forma visible) (Hch 1, 11). "Vendrá sobre una nube y todo ojo le verá" (Ap 1, 7), como le vio Daniel en profética visión, que refrenda el mismo Cristo en los evangelistas sinópticos (Mt 24, 30; Mc 13, 26 y Lc 21, 27).
No hay distinción en el Nuevo Testamento entre Reino de Cristo y Reino de Dios. Naturaleza del Reino de Dios.
La aparente distinción entre "Reino de Dios" y "Reino de los Cielos", frase, esta última, que emplea San Mateo, es una manera de hablar propia de este Evangelista, que escribe para los hebreos, los cuales evitaban pronunciar por respeto la palabra "Dios". La igualdad del concepto de ambos "reinos", puede comprobarse comparando los versículos relativos a este tema entre San Mateo y los otros sinópticos. En el Nuevo Testamento no hay, pues, más que un Reino con dos fases una final, definitiva, el cielo, y otra presente, la Iglesia. A ambas se les da el nombre de Reino de Dios, indistintamente.
La fase final está reservada a los justos, en oposición a los impíos. Los justos "resplandecerán como el sol en el reino de su Padre" (Mt 13, 43), y los impíos serán "malditos, al fuego eterno" (Mt 25, 41), "donde será el llanto y rechinar de dientes..." (Lc 13, 28).
La fase presente existe, aunque no la quieran admitir los Testigos de Jehová. Se deduce, entre otros, de los siguientes textos: el "reino de Dios está en vosotros" (Lc 17, 21); en el mundo presente es lanzada la semilla del "Reino de los Cielos" (Mt 13,24), etc.
Fase presente
Está descrita en los siguientes pasajes del Nuevo Testamento: "la ley y los profetas (el Antiguo Testamento) terminan en Juan, desde entonces es anunciada la buena nueva (el Evangelio) del Reino de Dios y todos forcejean por entrar en él" (Lc 16, 16) -luego es algo que se desarrolla en el presente-. En él se entra por la puerta angosta que lleva a la vida (Mt 7, 13-14). A un reino que no es de comida ni bebida, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Rom 14, 17). Todos estos textos confirman que el Reino de Dios tiene una fase presente que comienza en la nueva vida, que todo bautizado obtiene en la Iglesia.
Fase final
A todos los que han creído y obedecido su Ley, Jesús les promete un premio, que ha de realizarse en el futuro, designándole por los conceptos de salvación: "Quien perseverase hasta el fin, ése se salvará" (Mt 10, 22). Otras veces, por vida eterna: "Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?" (Mt 19, 16). Otras, como redención: "No contristéis al Espíritu Santo, con el cual fuísteis sellados para el día de la Redención" (Ef 4,30). Y en fin, otras como heredad; ver a Dios, estar en Cristo, gloria del Señor, el Reino, el Paraíso, etc.
El Reino de Dios y el milenarismo de los Testigos de Jehová.
¿Se encuentran en otros textos las cifras, mil del milenarismo o 144.000 de los elegidos? ¿Puede suponerse en ellas alegoría, algo indefinido en el tiempo o en el número? Es lo más probable. Lo es, puesto que ni las palabras "mi reino no es de este mundo" (Jn 18, 36), ni "los resucitaré en el último día" (Jn 6, 54), pronunciadas por el mismo Cristo, autorizan a suponer en El, el establecimiento de un reino material terreno, o la referencia a una resurrección, mil años antes del último día.
La interpretación verbal del Apocalipsis ha dado origen a multitud de sistemas milenaristas, entre los cuales éste de los Testigos, no es sino uno más con detalles propios, torsión de textos y demás "arreglos" para confirmar su idea de la venida "invisible" de Cristo en 1914. Por supuesto, con el fracaso más espectacular en sus cálculos, apenas se ha dedicado alguien con seriedad y constancia a examinar sus afirmaciones y sus pruebas. Antes hemos aludido al libro de Pedro de Felipe, al que hacemos referencia más detallada en nuestra "Carta abierta con sello de urgencia a un Testigo de Jehová".
Libros apocalípticos (o reveladores de los planes salvíficos de Dios) tenemos tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento. En el Antiguo, el libro de Daniel, escrito para alentar a los perseguidos por la fe en el siglo II antes de Cristo; y en el Nuevo, el Apocalipsis de San Juan, escrito en la isla de Patmos a finales del siglo I después de Cristo, durante las persecuciones externas de la Iglesia y el nacimiento de herejías internas, para alentar a los cristianos en la fidelidad a la Fe, con la seguridad del triunfo definitivo de Cristo y de su Iglesia.
La Iglesia Católica no aprueba ninguno de estos sistemas milenaristas inventados por los hombres para explicar el Apocalipsis; pues lo único que consta con certeza sobre este libro inspirado escrito por San Juan es el fin pretendido de animar a los fieles en la lucha con la certeza de una victoria segura; y las alternativas de esa lucha están descritas, con múltiples imágenes, al estilo oriental. Subsiste, pues, para el milenarismo la sentencia tajante de San Jerónimo: "Que se acabe por fin la fábula de los mil años". Y el mismo Santo Doctor nos propone que el Apocalipsis es como un evangelio de la Resurrección y triunfo de Cristo y de su Iglesia en un milenio indefinido, durante el cual Satanás está encadenado por la gracia de Cristo que santifica a quienes le siguen. Esta vuelta de los hombres a la gracia o amistad de Dios puede ser la primera resurrección aludida, y la del cuerpo, al fin de los tiempos, la segunda.
Esta llamada a la salvación y al premio eterno es para todos, no para un grupo determinado. En el coloquio con Nicodemo (Jn 3, 3-12), al afirmarse la regeneración espiritual, no se da a entender que sea para unos pocos (v 5). La palabra "quienquiera" ya indica lo contrario.
La filiación adoptiva de los cristianos es también para todos ellos: "somos hijos de Dios, si hijos también herederos y coherederos de Cristo" (Rom 8, 17). "Vosotros sois linaje escogido, nación santa, sacerdocio real" (1 Pe 2, 9) son conceptos que se dirigen a todos los cristianos, en una epístola "católica", universal, y este mismo concepto tiene el premio eterno, ofrecido a cuantos quieran entregarse a Jesucristo con cientos de textos, entre los que escogemos éstos de San Pablo : "... edificio tenemos de Dios, casa no hecha de manos, eterna, tenemos en el cielo" (2 Cor 5, 1). Y se está dirigiendo a todos los fieles de Corinto; no a unos pocos. Y más claro aún lo afirma San Pablo escribiendo a un Obispo "Dios ... quiere que todos los hombres se salven". Y la salvación para San Pablo, como para Cristo y todos los Apóstoles, es gozar de la eterna felicidad de Dios en el Cielo. Porque salvarse es lo contrario de perecer; y Cristo no puede decir más claro en qué consiste el salvarse: "Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Unico, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo -a los hombres- para condenar al mundo, sino para que el mundo -los hombres- se salve por El" (Jn 3, 16 y 17).
El Apocalipsis, interpretado con el criterio de la Iglesia católica, ilumina el espíritu, vigoriza el corazón y conduce al hombre a la práctica de la virtud, a la santificación. Interpretado de una manera material, conduce a las mayores aberraciones. Por eso los Testigos olvidan las doctrinas cardinales de la salvación y la práctica de las mismas. Hablan mucho del Reino, pero olvidan el paso inicial, la puerta, abierta por Cristo, para entrar en el verdadero Reino de Dios. Es decir, la Iglesia Católica, que ya es un comienzo aquí en la tierra de su Reino y la forma querida por Dios para pasar -una vez franqueado el umbral de la muerte, que para el cristiano es un sueño- al Reino definitivo y eterno de Dios en el Cielo.
Enseñanzas de los Testigos de Jehová.
Al negar los Testigos la Divinidad de Cristo, rechazan la doctrina de la Redención, realizada por un Hombre-Dios.
Cristo, creado como un ser espiritual, pasó, en su Encarnación, a ser un hombre perfecto.
Dio su vida, de hombre perfecto, por la vida de otro hombre (Adán). Este es el precio del rescate.
Y como lo que se perdió, por el pecado de Adán, fueron las prerrogativas terrenas, la restauración de éstas será el premio de la Redención.
La venida de Cristo no tuvo, pues, por fin principal sino el establecimiento del justo gobierno teocrático de Jehová, que tenía que apoyarse en su Hijo Fiel, por medio del cual reivindicará su excelso nombre.
La serie de mutaciones que establecen los Testigos en la persona de Cristo -primero ser espiritual, para pasar después a ser hombre perfecto en su Encarnación, y de nuevo ser espiritual, del orden más elevado, con su muerte- son antiescriturísticas. No hay un solo texto, por oscuro o dudoso que pudiera parecer, en que pueda apoyarse esta doctrina.
Cristo Dios y Hombre
Ya en Isaías (7, 14) vemos que el nombre de Cristo es Emmanuel, que quiere decir "Dios con nosotros" (no Hombre Perfecto con nosotros), y añade (9, 5) que tendría, entre otros nombres, el de "Dios fuerte", "Padre eterno", etc.
Los supuestos cambios del ser espiritual de Cristo se estrellan frente al texto de (Jn 8, 58): "Antes de que Abraham existiese, yo soy". O sea, yo soy el mismo que existía antes de Abraham; no ha habido cambio. Por otra parte, "Yo soy" es una magnífica expresión de existencia eterna -de divinidad-, eco de las mismas palabras de Yavé a Moisés: "Yo soy me ha enviado a vosotros" (Ex 3, 14). Esto no es una elucubración nuestra. Es pura ciencia escriturística que ha conseguido la aceptación universal de los exegetas o expositores de la Biblia.
Si, pues, Cristo es Dios y Hombre, su venida al mundo y su muerte de Cruz tuvieron como fin principal la Redención del hombre, anunciada desde el Génesis, ansiada por su pueblo y expuesta por los profetas.
"Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores" (1 Tim 1, 15), y "no vino a que le sirvieran, sino a servir y a dar su vida para la redención de la multitud" (Mc 10, 45). Y esto, en razón del amor de Dios al mundo, al "que tanto amó que le dio su Hijo Unigénito para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).
¿Hay algo que pueda decirse con mayor claridad sobre la Redención realizada por Cristo? Reléanse, por favor, esos textos últimamente citados.
Universalidad de la Redención
"Cristo murió por todos" (2 Cor 5, 15). "Se dio a Sí mismo como precio del rescate por todos; divino testimonio dado en el tiempo oportuno, para cuya promulgación fui yo -habla el Apóstol San Pablo- constituido heraldo y Apóstol (digo la verdad, no miento), maestro de los gentiles en la fe y en la verdad" (1 Tim 2, 6-7).
La Redención de Cristo podrá no ser universal, sólo en el sentido de que habrá muchos que no querrán corresponder a ella; pero, en cuanto a la voluntad de Cristo, es totalmente universal como nos afirma enfáticamente San Juan (1 Jn 2,2): "El es propiciación no solamente por nuestros pecados, sino por los de todo el mundo".
Frutos de la Redención
Según la doctrina de los Testigos de Jehová, lo que se perdió con el pecado de Adán fue la perfecta vida humana con todas sus prerrogativas. Este error se funda en la negación de la inmortalidad del alma. Si realmente el alma muriese, es natural que no se esperase ninguna recompensa de orden espiritual. Una restitución al estado primitivo terrenal sería suficiente recompensa.
Lo que restituyó Jesús, en virtud de su Redención, es otra cosa muy diversa a una pura felicidad terrena. Lo expone San Pablo en sus cartas, preferentemente a los Efesios y a los Romanos.
Efesios.-
En esta carta nos da San Pablo principalmente el tono grandioso de la Redención
de Cristo: La determinación admirable del Padre, que «nos ha elegido
en Cristo antes de la Creación del Mundo» (Ef 1, 4), sin duda con un
fin nobilísimo. Precisamente, «eligiéndonos de antemano para
ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo» (Ef 1, 5). Y para ello, desde
toda la eternidad «nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales,
en los cielos, en Cristo» (Ef 1, 3). Y por pura. benevolencia o amor desinteresado
«para alabanza de la gloria de su gracia» (Ef 1, 6). Y así, «en Él
-en Cristo- tenemos, por medio de su sangre, la redención: el perdón
de los pecados» (Ef 1, 7). Y así, también, «por Él -por
Cristo- hemos sido hechos herederos» (Ef 1, 11). Y fuimos consagrados substancialmente
como miembros de la familia de Dios, «fuísteis sellados con el Espíritu
Santo... que es prenda -poseemos una prenda auténtica, tenemos seguridad-
de nuestra herencia» -en los cielos- (Ef 1, 13); que es nada menos que estar
para siempre con Cristo ante el Padre en la Gloria.
En el capítulo 2.° desarrolla San Pablo alguno de los puntos anteriores,
los grandes bienes recibidos y otros que esperamos «por la sangre de Cristo»
(Ef 2, 13).
Para sellar, en el capítulo 3.° -esta magnífica carta sobre
la Iglesia-, con la idea de la llamada universal a los gentiles (no
precisamente los 144.000 de las tribus de Israel de Ap 7, 4) a la misma vocación
gloriosa y eternamente feliz en los cielos: «... yo, Pablo, el prisionero
de Cristo Jesús, por vosotros los gentiles... -a todos los gentiles
sin limitación- que los gentiles sois coherederos, miembros del mismo
cuerpo y partícipes de la misma promesa...» (Ef 3, 1 y 6).
Romanos.- Esta es la gran Carta de San Pablo, escrita antes de su visita
personal a los cristianos de la Capital del Imperio. Tomemos sólo unas
líneas, de las más significativas, sobre nuestro tema: La Redención.
1. El hecho -el pecado universal- (cap. 5). «... como por un sólo
hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte...» (Rom
5, 12), «¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia
la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno solo,
por Jesucristo!» (Rom 5, 17). 2. La Realidad -la Redención realizada
por Cristo- (cap. 6). Libres del pecado por la muerte de Cristo «... fructificáis
para la santidad; y el fin la vida eterna» (Rom 6, 22). 3.-Una Dificultad
-que sale al paso- (cap. 7). Hay una lucha constante en el hombre -por
las pasiones desordenadas, fruto del pecado- que pueden hacerle recaer en
la muerte del alma: «...advierto otra ley en mis miembros que lucha contra
la ley de mi razón... ¿quién me librará de este cuerpo
que me lleva a la muerte?» -del alma-. Sólo Cristo: «¡Gracias sean
dadas a Dios por Jesucristo Nuestro Señor!» (Rom 7. 23.24.25). 4. La
Solución -una vez más, Cristo- (cap. 8). Vivir injertados
en Cristo: «Ninguna condenación pesa ya sobre los que están
en Cristo Jesús» (Rom 8,1); -poseyendo su Espíritu Santo «...
ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros» (Rom 8, 9); -y dejándonos
guiar por El- «... todos los que son guiados por elEspíritu de Dios
son hijos de Dios» (Rom 8, 14). Así seremos siempre hijos del Padre
y coherederos de Cristo «... y, si hijos, también herederos; herederos
de Dios y coherederos de Cristo» (Rom 8, 17). San Pablo nos enseña,
en el capítulo 8 de su Carta a los Romanos, que, por la Fe y la Gracia
estamos injertados en Cristo, que poseemos el Espíritu Santo -que lo
es igualmente del Padre y del Hijo-; y por lo tanto que somos hijos de Dios
y sus herederos, a la vez que coherederos de Cristo su Hijo.
El precio del rescate. No fue la vida de Cristo por la de Adán: "una vida por otra vida". Este error también se funda en el materialismo que profesan los Testigos. La carta a los Hebreos, escrita para demostrar la superioridad de la Nueva Alianza sobre la Antigua, nos muestra las tres prerrogativas de Cristo, o sea la clase del rescate o redención.
Cristo es Sacerdote. La diferencia entre el sacerdocio de Cristo y el del Antiguo Pacto o Alianza no reside sólo en las víctimas, depende también del Sacerdote. Él ha sustituido con creces a los antiguos. Jesucristo es más que todos los otros sacerdotes porque es Dios como el Padre: "... tenemos un Sumo Sacerdote que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos" (Heb 8, 1). Y es, simultáneamente, hombre que sufre por sus hermanos (Heb 5, 5-10). Lea, por favor, esos versículos impresionantes.
Cristo es mediador. Se nos muestra cómo la Nueva Alianza realizada por Cristo sustituyó a la antigua "... es mediador de una alianza mejor, como fundada en promesas mejores" (Heb 8, 6); "... Mediador de una Nueva Alianza" (Heb 9, 15). Y los pecados fueron perdonados y expiados por su sangre: "Cristo se dio a sí mismo como precio de rescate por todos (1 Tim 2, 6).
Cristo es Víctima: "Según la -antigua- Ley, sin derramamiento de sangre no hay remisión" (Heb 9, 22). Cristo se ofrece a sí mismo una sola vez, abrogando así cualquier otro sacrificio existente y realizando una Redención, universal y definitiva: "... no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día... éste -el sacrificio- lo realizó una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo" (Heb. 7, 27).
He aquí, por tanto, en qué consiste la naturaleza del rescate o redención: en el sacrificio personal del Hijo de Dios hecho hombre; y, por tanto, por ser Dios, capaz de satisfacer cualquier ofensa hecha a Dios.
La Teocracia de los Testigos de Jehová
Es natural que, al no considerar la Redención en la forma expuesta por San Pablo, la muerte de Cristo no tenga más valor que la muerte de un hombre perfecto. Por tanto, los méritos de ella se esfuman y quedan así convertidos, para los Testigos, en la devolución al hombre de las prerrogativas terrenas perdidas por el pecado de Adán; puesto que, según su doctrina, Cristo -considerado sólo como un puro hombre- murió en su lugar. El precio del rescate sería, pues, una vida feliz en la tierra, una era eterna de paz y de bienestar material en el mundo, gobernado por Jehová, con Cristo como Rey : Lo que ellos llaman la Teocracia (o gobierno que realiza Dios en persona).
No pueden pensar en el Reino espiritual que fundó Cristo y que contiúa en su Iglesia, para nuestra salvación eterna en la Gloria, con el que nos arrebató del poder de las tinieblas (Col 1, 13). Reino en el que se entra "naciendo de nuevo» (Jn 3, 3). Reino que «no consiste en -ritos puramente externos- comer y beber» (Rom 14, 17). Reino que «no es de este mundo» (Jn 18, 36), aunque comience en este mundo. Reino del que, por muchas conjeturas que hagamos aun llevados de la mano por la Escritura, tendremos que reconocer, con San Pablo, que es de una realidad inefable, porque «ni ojo vio, ni oído oyó, ni puede imaginar hombre alguno, lo que Dios tiene reservado para los que le aman» (1 Cor 2, 9).
No aceptar a Cristo Redentor, para seguir doctrinas humanas, es hacerse esclavo de los hombres. Aceptar plenamente a Cristo es ser súbdito del Rey de Reyes... «a quien servir es reinar».
El Paraíso terrenal
Igualmente podríamos demostrar con toda facilidad que el Paraíso terrenal que los Testigos ofrecen a «... las otras ovejas», es decir, a los que habiendo servido a Dios y no pudiendo entrar en el Cielo por no pertenecer al reducido número de los 144.000, es antibíblico y manifestación clara de una fantasía dislocada. Algo hemos indicado en el capítulo V, «El Reino de Dios».
Resumamos: 1. Dios quiere la salvación de todas los hombres: «Dios quiere que todos los hombres se salven...» (1 Tim 2, 4). Y para Dios no hay más que una salvación: la vida eterna de todos los hombres con Cristo en el Cielo. 2. Dios lo quiere eficazmente. Dios, por amor, ha entregado -a la muerte- a su propio Hijo en favor de todos: «... tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Único para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga Vida eterna» (Jn 3,16). 3. Vida eterna feliz en los cielos. Vida eterna no es vida material feliz en la tierra, sino Vida eterna, transfigurados y como divinizados con Cristo, en los cielos: «Habéis recibido el espíritu de hijos, en virtud del cual clamamos -con todo derecho- Abba, Padre» -Abba es la palabra aramea tierna y cariñosa de un niño pequeño a su padre-. Y si hijos, también somos herederos de Dios y coherederos de Cristo (Rom 8, 15 y 17) ; «... y con Él -Cristo- nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos con Cristo» (Ef 2, 6).
Pablo, tanto en Romanos como en Efesios y en todas sus cartas está proponiendo a todos, sin excepción, la salvación eterna con Cristo en los cielos.
Enseñanzas de los Testigos de Jehová.
Negar la inmortalidad del alma trae como consecuencia negar el castigo eterno. Una doctrina deriva lógicamente de la otra. Todos los credos adventistas -y no se olvide que Russell procedía de los adventistas- siguen esta trayectoria; y, todos también, los mismos procedimientos para cimentar su doctrina: apoyarse en las etimologías de las palabras y tratar de fundarla en el Antiguo Testamento. Hemos de salir al paso de estos dos puntos, antes de refutar, y aun de exponer, la doctrina de los Testigos de Jehová.
1.° No es lícito, para un asunto de la trascendencia de éste, apoyarse en etimologías de las palabras, por el cambio de sentido que sufren éstas con el uso, y ser necesario tener un conocimiento exacto del sentido en que las empleó quien las escribió y en el momento de hacerlo. Por otra parte, ya hemos dicho en otras ocasiones que en la interpretación de pasajes oscuros, cuando su sentido no se imponga de una manera absoluta, hay que tener en cuenta los pasajes claros y no sólo el texto y el contexto, sino toda la doctrina general contenida en la Biblia.
2.° Tampoco es admisible apoyarse exclusivamente en el Antiguo Testamento, pues es sabido que en la revelación ha habido un progreso. Y aunque en el Antiguo Testamento se revela el castigo eterno, éste lo es en un sentido mucho más vago y oscuro que más adelante cuando en el Nuevo por boca del mismo Cristo, se nos comunican estas verdades con una claridad meridiana.
Supuesto estos dos principios, vamos a tratar de resumir la doctrina de los Testigos de Jehová:
La vida eterna es sólo para algunas almas, como ya vimos al tratar de su doctrina sobre el Reino de Dios. Esta vida eterna será celestial para los 144.000 de (Ap 7, 4); y terrenal para «las otras ovejas». Los inicuos serán aniquilados. Estos son los que han combatido la verdad y a los seguidores de Dios. Distinguen entre éstos y los que «han obrado mal» por no haber tenido fe, ni conocimiento de Dios, y haber obrado por ignorancia.
Serán resucitados los que estén en la memoria del Señor, puesto que sepulcro, «nemeion», significa memoria, y aniquilados los que no estén en ella.
El infierno fue desconocido en todo el Antiguo Testamento.
La doctrina del infierno es contraria al amor de Dios, repugna a su justicia y es antibíblico.
Sería un malvado delito torturar a la criatura, por tener la desgracia de haber nacido pecadora.
El infierno bíblico es el sepulcro. Sheol y Hades significan sepulcro; e Infierno «estar debajo».
La Gehenna, o valle de los hijos de Hinnom, es figura o símbolo de exterminio eterno, pero no de tormento eterno.
Lo primero que les toca demostrar a los Testigos de Jehová, con la Biblia en la mano, es que el recuerdo benévolo del Señor sea el sepulcro, como también que "nemeion" no se haya empleado en otro sentido que el de sepulcro.
Los que "han obrado mal" y los "inicuos"
Plantean otra discusión etimológica, como siempre, alrededor de la palabra "faula" (en griego, cosas malas), que ellos traducen como "cosas malas hechas sin conciencia". No hay razón que autorice este último sentido, pues, en (Rom 9, 11) se emplea en contraposición a "agatha" -cosas buenas, pero no cosas buenas hechas sin conciencia-. La palabra "faula" es empleada por Jesús para indicar cosas conscientemente malas, por ejemplo: "porque todo el que hace cosas malas aborrece la luz" (Jn 3, 20).
¿Era el Infierno desconocido en el Antiguo Testamento? Fases de la Revelación.
Que haya habido un progreso en la revelación ya lo hemos advertido antes, y esto lo tienen que reconocer los Testigos, con sólo repasar la Biblia. Entre los puntos de doctrina que han progresado está éste del infierno. ¿Por qué? Esta ha sido la voluntad de Dios. Pero decir que el infierno haya sido desconocido en el Antiguo Testamento es negar una verdad. En lo que se refiere a retribución (premio y castigo) tenemos en el Antiguo Testamento la siguiente situación:
1.0 Una doctrina general: Dios es justo, juez y santo (Sal 7, 12 y 145, 17). Escudriña los corazones (Sal 7, 10 y 94, 11). Premia a los justos y castiga a los impíos (Sal 5, 5-6 y 11; 94, 23). Y juzgará a unos y a otros (Ecle 3, 17).
2.° Sobre esa doctrina general, encontraremos otra superpuesta. Se dice que a la virtud no corresponde siempre un bien terreno; que, a veces, se encuentra el impío sin castigo (Sal 10, 1-3; 94, 3-7); y el justo es perseguido (Sal 10, 8-10 69, 2-22). Y aquí surge el angustioso problema del mal sobre la tierra, y la consecuencia de un premio en la otra vida, y su contrapartida, un castigo.
3.° Se añade aún más luz con la doctrina del juicio, que Dios se reserva para condenar a los impíos y premiar a los justos (Sal 1, 5; Sal 98; Is 24, 21-23; Ez 38 y 39; Mal 3, 16).
4.° Un paso ulterior, hacia una doctrina más positiva, lo encontramos en la idea de un premio ultramundano, reservado a los justos y excluidos los impíos (Sal 16, 10). "No dejarás mi alma en el sepulcro...", pues, aparte de aplicarse este salmo a Cristo, es un hecho que el salmista registra una vida, en presencia de Dios, más allá de la tumba, en la que espera... (Véase también Sal 17, 15).
5.° Finalmente, encontramos la categórica afirmación de que al impío le están reservados el dolor y la infamia eternos (Dan 12, 2).
La doctrina del infierno -aun siendo un misterio- no se opone racionalmente al amor de Dios, ni a su justicia.
No corresponde al hombre pecador determinar cómo debe castigar Dios el pecado. Somos seres muy imperfectos, con el criterio y el juicio torcidos por el pecado, y, por lo tanto, incapaces de apreciar el carácter verdadero de lo que es una ofensa grave a Dios. Somos pecadores, que (hemos violado la ley divina, y por ello criminales espirituales. Si el derecho humano no permite determinar al propio criminal cuál debe ser su castigo, tampoco debe permitirse tal cosa en el plano espiritual.
Dios nos ha dado todos los medios para obtener nuestra salvación y los hemos rechazado. Así, pues, el que verdaderamente se condena es porque no ha pedido perdón, está obstinado en el pecado y juzga siempre según su tendencia al mal. Su camino para volver a Dios está en la humildad y en la obediencia, y su orgullo no es el mejor indicador de ese camino. No es, pues, injusta ni absurda y en ningún modo antibíblica. Está en la Escritura, basta abrirla. Esto es todo. Aunque no quepa en nuestro pequeño entendimiento humano.
No puede argüirse que es un malvado delito torturar a una criatura por la desgracia de haber nacido pecadora; pues se trata de quien libre y voluntariamente hace lo prohibido por Dios o deja de hacer lo mandado por Dios. Una vez más diremos que no es injusto el castigo. Por otra parte, Dios nunca condena a nadie si no es por pecados graves propios, cometidos a ciencia y conciencia.
Infierno, sheol, hades y gehenna
Infierno deriva, efectivamente, de "ínferi" (parte baja, inferior, subterránea); pero no puede admitirse que signifique siempre y exclusivamente sepulcro. Ejemplo de ello tenemos incluso en la literatura clásica, por ejemplo en la "Eneida".
Ya desde la más antigua mención, que hallamos en la Biblia, de "sheol" (Gen 37, 35) se nos muestra como argumento de la supervivencia ultraterrena, ya que, según este pasaje, Jacob espera ir a reunirse con su hijo José, a quien supone devorado por una fiera, y, por lo tanto no sepultado. Algo parecido puede decirse en relación con la palabra "hades". Era una manera vaga, entre los antiguos, de designar la ultratumba.
La "gehenna" era una profunda torrentera al sur de Jerusalén. Lugar de inmundicia y podredumbre, vertedero lleno de gusanos y del humo de las hogueras que de continuo ardían para quemar los desechos. Lugar impresionante, siempre considerado por la literatura rabínica (libros apocalípticos hebreos), como sitio de suplicio y no de aniquilamiento. El Señor la tomó, como ejemplo gráfico, en aquella frase que nos ha transmitido San Marcos (9, 47-48): "si tu ojo te escandalizare, sácatelo; que más vale entrar en el Reino de Dios con un solo ojo, que no con dos ojos ser arrojado a la gehenna donde el gusano nunca muere y el fuego no se extingue". Y obsérvese que, repitiendo el Señor el versículo 24 del capítulo 66 de Isaías, está exponiendo claramente, el castigo eterno del condenado, como lo entendía Isaías y como el mismo Cristo quiere que se entienda.
Si el Reino de Dios -el premio- es eterno, el castigo del condenado será también eterno (Mt 25, 46).
Cierto que es un misterio para nuestras pobres mentes esta justicia de Dios; pero no lo es menos, también, el gozo eterno junto a Dios, que Cristo promete a los buenos en ese último pasaje de San Mateo. Como última razón el gran argumento del Amor ¡inmenso! de Dios a los hombres es que haya entregado a su propio Hijo al tormento de la muerte -y muerte de cruz- para hacer felices eternamente a sus mismos enemigos: "Tanto amó Dios al mundo -es decir, a los seres humanos-, que entregó -a la muerte de cruz- a su propio Hijo Único" (Jn 3, 16).
Enseñanzas de los Testigos de Jehová
Para los Testigos de Jehová la Iglesia no está constituida sobre la base del Primado de Pedro: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra yo edificaré..." (Mt 16, 1;8).
La primera palabra de (Mt 16, 18) es masculina (Petros), mientras la segunda es femenina (Petra). La primera se refiere a Pedro, la segunda a Cristo. Cristo es, pues, la roca que se cita allí, según los textos de (Ef 5, 23) y (Col 1, 18), en los que se dice que «Cristo es la cabeza de la Iglesia».
La Iglesia es invisible y está constituida por Cristo, como cabeza de ella, y por los 144.000 elegidos de (Ap 7, 4 y 14, 1). Este es el Cuerpo Místico, la Esposa del Cordero (Ef 1, 22. 23; Col 1, 18).
A los Apóstoles se les concedieron determinados poderes que terminaron con su muerte. Después de ella, se inicia un cristianismo en el que todos sus seguidores son guiados directamente por Dios y suficientemente iluminados para entender la Escritura.
El primado de Pedro
Es precisamente, fijándose en la etimología de la palabra -diciendo todo lo contrario de lo que dicen los Testigos de Jehová-, como se puede sacar el argumento para demostrar el primado de Pedro.
Hay, indiscutiblemente, en el versículo griego de San Mateo (16, 18) dos palabras, una masculina y otra femenina (petros = Pedro y Petra = piedra); pero tengamos en cuenta que, en arameo (Kefa = piedra, roca), que fue la lengua en que las pronunció Jesús, no existe la diferencia que hay en griego entre ambos géneros. Por ser en griego perfectamente claro el sentido de lo que dice Jesús, al traductor no le pareció recto designar a un varón con nombre femenino. Por eso, cuando, en el primer versículo, la palabra Cefas tiene un sentido de nombre propio, emplea el nombre de "petros"; pero en el segundo, cuando quiere hacer resaltar más la solidez del fundamento, usa la palabra "petra", que es la traducción exacta del original arameo. Cristo no llamó a Pedro "petros" ni "petra". Estas son palabras griegas, traducidas en los Evangelios cuando se escribieron en griego. Cristo hablaba el arameo, y la palabra que empleó fue la de Cefas o Kefa, palabra que en arameo seguían usando los cristianos frecuentemente para nombrar a San Pedro, como podemos ver que lo hacía también San Pablo (1 Cor 15, 5; Gal 1, 18). Pongamos, pues, las palabras textuales pronunciadas por el Señor: "Y Yo, a mi vez, te digo a ti, que tú eres Kefa y sobre esta Kefa edificaré mi Iglesia; y las puertas (o poderes) del infierno no podrán vencerla. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que tú ates en la tierra quedará atado en los Cielos, y lo que tú desates en la tierra, quedará desatado en los Cielos" (Mt 16, 18 y 19). ¿Puede haber algo más claro? Realmente hay que estar ciego para no verlo. En una palabra, Kefa o Cefas fue la palabra en arameo que empleó Nuestro Señor para nombrar a Pedro, según nos consta por San Juan, testigo presencial de la primera ocasión en que Jesús vio a Pedro (Jn 1, 42).
Pero Jesús quería determinar, aún más, el lugar que había de ocupar Pedro en su Iglesia, y, para ello, sigue hablando con metáforas, típicamente hebreas o aramaicas: de las puertas o poderes del infierno, de las llaves del Reino, del poder (de atar y desatar (Mt 16, 18ss). Y para encomendarle esa misión, le ha cambiado el nombre. Como tantas veces vemos que hace Dios con los hebreos, antepasados de Pedro, cuando les da un destino trascendental. Sólo como ejemplos, Abraham (Gen 17, 5) y Jacob (Gen 32, 29).
Admitir la primacía de Pedro no contradice lo dicho por San Pablo y también por San Pedro, de que Cristo sea la piedra viva y angular del edificio (Ef 2, 20; 1 Pe 2, 4-8), y la Cabeza de la Iglesia y de su Cuerpo místico (Ef 1, 22; 1 Cor 12, 12). No hay contradicción, admitiendo la divinidad de Cristo que está sobre la primacía humana de Pedro. Cristo delega en Pedro, ya que siendo Él el único y verdadero Pastor (Jn 10, 14), quiere dejar a Pedro en su lugar cuando Él desaparece visiblemente de la tierra (Jn 21,15-17). No admitiendo la divinidad de Cristo, como es el caso de los Testigos, es como ellos pueden encontrar una contradicción, que no existe en la realidad.
La Iglesia es una sociedad visible.
Está constituida por todos los cristianos, no por un número limitado de ellos: los 144.000.
San Pablo, al dirigirse a una Iglesia, no lo hacía a un grupo, sino a la totalidad de los fieles de la misma. La carta a los Efesios, cuyo encabezamiento "en Efeso" falta en algunos códices como el Vaticano y el Sinaítico, está considerada como carta circular dirigida a varias Iglesias de la provincia romana de Asia cuya capital era Efeso. Las cartas de los otros Apóstoles tienen un carácter universal, "católico". Como es sabido, las cartas de San Pedro, Santiago, San Juan y San Judas se llaman Católicas, por no ir dirigidas a una Iglesia determinada. En cuanto a la participación en el Cuerpo místico se obtiene mediante el bautismo (1 Cor 12, 12-13). Por eso, puede decir San Pablo a todos los cristianos de Roma (Rom 12, 5) que forman un solo cuerpo con Cristo. Todo el mundo conocía el grupo de los cristianos que tenían sus jefes, practicaban ciertos ritos y tenían ciertas leves y costumbres.
La Iglesia es, pues, visible y terrena, aunque tenga otro aspecto interior invisible: la santidad o pecados de sus miembros. Estos dos aspectos no son antitéticos. Como tampoco lo son el alma y el cuerpo que forman una sola persona. Demuestran que la Iglesia es visible y terrena, los siguientes hechos:
1.º La autoridad de Cristo, quien se presenta como quien tiene tal autoridad (Mt. 7, 28-29), es enviado (Jn 3, 16), y uno con el Padre. Su expresión "Pero Yo os digo" (Mt 5, 22), y la irrevocabilidad de su palabra, dan pleno sentido a "haberle sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra" (Mt 28, 18).
2.° Cristo reúne en torno suyo a doce, los cuales deberán permanecer con Él (Mc 3, 14), escogidos expresamente por divina voluntad del Padre Celestial (Jn 17, 6).
3.° Grupo reducido, al que Cristo confía su mensaje. A todos los discípulos les encarga precederle en las ciudades, pero sólo a los doce les da autoridad extraordinaria (Mc 16, 14-16).
4.° Con poderes de bautizar y predicar (Mt 28, 19) y perdonar o retener los pecados (Jn 20, 23). Les promete su asistencia hasta el fin de los siglos (Mt 28, 20); y los envía del mismo modo que Él es enviado por el Padre (Jn 20, 21). Finalmente la promesa de que los asistirá el Espíritu Santo, Dios verdadero, y que es por definición el Espíritu de la Verdad (Jn 16, 13).
5.° Los Apóstoles comunican a otros sus poderes. Como Cristo les dio el poder, ellos mandan a otros. En los Hechos 14, 23, establecieron cabezas de iglesias, que, en (20, 28), son llamados obispos (en algunas ediciones traduce "vigilantes", ya que ese es el significado de la palabra obispo), y se afirma que los ha instituido el Espíritu Santo; y se dan normas para elegirlos (Tit 1, 5-7). Prevén que, cuando ellos falten, haya sido creada una cadena de sucesores autorizados (2 Tim 2, 2); y se establecen normas para procesar a los presbíteros, en una sociedad con las mismas imperfecciones que la nuestra (1 Tim 5, 19-20).
6.° Se organiza la Iglesia (Hch 14,23); se excluye o excomulga a los indignos (1 Cor 5, 5); se dan reglas para las reuniones (1 Cor 11); se regula el ejercicio de los carismas (1 Cor 14, 26); se nombran los diáconos (Hch 6. 1-6), etc.
7.° El poder judicial, en lo espiritual, de la primitiva Iglesia. Puede estudiarse en las dos cartas a los Corintios. (Por ejemplo 1 Cor 5, 1-5; 2 Cor 2, 5-10).
Queda, pues, demostrado con estos hechos que la Iglesia es visible, es decir, está organizada y se la puede reconocer; y que en ninguno de estos textos se habla para nada de los 144.000 (Ap 7, 4). El número 144.000 es puramente simbólico que indica perfección (12.000 x 12).
Y para colmo, aunque se habla de todas las tribus, falta la tribu de Dan. A continuación San Juan tiene otra visión -que no es la misma- en que habla de una gran multitud, sin indicar número. Y después habla de "otros" 144.000 (Ap 14, 1). Son símbolos que no pueden tomarse a la letra: Se habla de las doce tribus y, sin embargo, se exceptúa a la de Dan. Si los 144.000 de (Ap 7, 4), se identifican con los 144.000 de (Ap 14, 1), resulta que sólo los célibes -no los casados- son los que se salvan; por tanto, ¡ni San Pedro! Es la forma de expresarse un hombre oriental a orientales, exponiendo elocuentísima y profundísimamente hechos transcendentales con símbolos maravillosos. Los que se empeñan en agarrarse a cosas simbólicas que por definición resultan oscuras, y se niegan a aceptar las que están dichas en otros libros inspirados con toda claridad, demuestran, evidentemente, que no buscan la Verdad.
La Iglesia después de la muerte de los Apóstoles.
Los Apóstoles tuvieron sucesores, como hemos visto. Esto era absolutamente necesario y se desprende además de las mismas palabras de Cristo. Predicad en todo el mundo y a toda criatura (Mc 16, 15); y estar con ellos hasta la consumación de los siglos, supone sucesión, puesto que aquellos apóstoles no iban a poder predicar en su corta vida a todas las naciones, a todas las criaturas, ni iban a vivir hasta el fin de los siglos.
Admitido el principio de la sucesión apostólica, y vista la posibilidad de ser adulterada la doctrina (incluso con buena voluntad, como nos da la experiencia de las innumerables denominaciones o sectas surgidas en el protestantismo, aunque prácticamente todos reconocen como único libro inspirado la Biblia); se impone, pues, una autoridad visible que pueda declarar, en forma definitiva y tajante a todos, lo que es verdadero y lo que es falso. Si examinamos la Iglesia primitiva, que salió de manos de los Apóstoles, veremos que todos reconocen, sin duda alguna la primacía de Pedro; y que desde el mismo siglo I se reconoce la primacía del sucesor de San Pedro (por ejemplo, San Clemente, obispo de Roma en el siglo I, interviene autoritativamente en Corinto en vida aún de San Juan). El hecho es que termina por imponerse en todo el mundo cristiano esta autoridad del Obispo de Roma, aunque Roma hubiera dejado de ser residencia de la corte imperial, pues la causa de su superioridad espiritual era otra: Había sido la Cátedra de San Pedro, primer Vicario de Cristo; y en sus sucesores se perpetuaba el Primado sobre toda la Iglesia. Conocida es la frase lapidaria de San Agustín -siglo IV a V-, Obispo de Hipona, en el norte de Africa, que expresa el sentir común de la Iglesia toda: "Roma locuta est causa finita est", "Roma ha hablado, el asunto está zanjado".
Este magisterio de la Sede Romana nos garantiza que la fe que profesamos y la moral que practicamos hoy los católicos son las auténticas, las que Cristo trajo, las únicas que pueden salvarnos. Mientras, a nuestro alrededor, vemos pulular centenares y centenares de sectas, cada una con una doctrina distinta -prueba del error-, e impidiendo sean cumplidos los deseos del propio Cristo, en su oración sarcedotal al Padre: "¡que todos sean uno... !" (Jn 17, 21).
No queriendo tener la humildad -por algo decía Santa Teresa que humildad es andar en verdad-, ante las dificultades que presenta la Escritura (piedra de toque para contrastar nuestra fe y nuestra humildad), de admitir la interpretación de la Iglesia Católica, se alzan con la doctrina de la interpretación personal e iluminación directa a cada uno; idea que, aparte de no constar en ningún pasaje de la Biblia -sino todo lo contrario, (2 Pe 3, 16)- demuestra con los hechos -la diversidad y multiplicidad de las sectas derivadas de la Biblia- la falsedad del fundamento; o sea: La necesidad indispensable de un intérprete autorizado como nos consta que Cristo hizo al comunicar a los Jefes de su Iglesia el conocimiento íntimo de las Sagradas Escrituras (Lc 24, 45). A esto llamamos el Magisterio auténtico de la Iglesia. Y la humildad con que debemos recibirle se encuentra expuesta y resumida en aquellas magníficas palabras de la Escritura: "¿Cómo voy a poder entenderlo si no hay quien me guíe?" (Hch 8, 31).
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Creemos que ha quedado claro el error permanente en que viven estos hermanos nuestros, separados, que, por su falta de rigor y orientados en su origen equivocadamente, están arrastrando hacia una doctrina falsa a otras personas que, por su falta de preparación, se dejan llevar fácilmente.
Urge a los católicos defender nuestras enseñanzas, formarnos para poder salir al paso de los errores de toda doctrina falsa y abrir los ojos a cuantos caminan en tinieblas.
Las consecuencias de las desviaciones a la interpretación correcta de la Sagrada Escritura, ya las predijo San Pedro: (2Pe. 2, 16) (refiriéndose a las epístolas de San Pablo) "...hay algunos puntos de difícil inteligencia, que hombres indoctos e inconstantes pervierten, no menos que las demás Escrituras, para su propia perdición."
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